20 mar 2009

Prologo a "De nuestros deberes para con la vida"

Por Francisco de Roux S.J.

El ser humano puede ser un promotor de la vida en el universo y puede ser una plaga destructora. Una y otra cosa ocurren. Ambas dependen de la libertad humana. Por eso el asunto de la vida es un asunto ético, un asunto bioético.
Este texto pone juntas la inspiración de la urbanidad de las "buenas maneras" de Carreño y la inspiración de las "buenas maneras" que surgen del diálogo interior de Gustavo Wilches-Chaux con todos los seres del cosmos desde la profundidad de Dios que es lo más íntimo de la propia intimidad ("intimior íntimo meo", como decía Agustín de Hipona).
Desde el fondo de sí mismo Gustavo arranca este escrito, como un manifiesto para invitarnos a revertir globalmente el rumbo de nuestra especie plaga, y emprender una tarea desde la capacidad de compartir la pasión del otro o de la otra, sin que necesariamente ese otro o esa otra tengan que ser seres humanos, donde la ética nace de la vivencia personal de una responsabilidad sin fronteras hacia todo lo que vive. Una ética de buenas maneras que no son antropocéntricas sino biocéntricas, en esta parábola de la telaraña de inteligencias de carbono y de inteligencia de silicio entrelazadas.
Estas buenas maneras piden que reconozcamos a la biosfera, su subjetividad y su propio orden, que no es el orden humano, y que comprendamos que nosotros somos parte de esa biosfera, y que tenemos el deber de garantizar que la biosfera fluya según sus propios ritmos y que la naturaleza participe en nuestras decisiones que la afectan. Que la naturaleza sea escuchada.
Gustavo Wilches-Chaux propone un método: la repetición, entre miles de nosotros, de actos coherentes y sencillos, que nos permiten actuar armónicamente en solidaridad y compasión, para construir y avanzar juntos, con una misma finalidad, hasta provocar un comportamiento emergente en beneficio de la vida en la tierra y de la felicidad humana, como lo hacen las bandadas invernales de golondrinas y las formaciones de garzas blancas sobre las llanura vespertina del Magdalena.

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